domingo, 6 de julio de 2008

Nadal conquista Wimbledon y destroza el sueño de Federer

JUAN RÍOS - Madrid - 06/07/2008
27 años después, la historia se cebó con el campeón. Wimbledon no fue tanto territorio de tenistas de saque y red como de peloteos más largos, de resistencia al fondo de la pista y esporádicas subidas a la red. No fue territorio suizo porque así lo quiso Rafa, que triunfó en Londres con su habitual derecha demoledora y un servicio demasiado incómodo sobre un Roger Federer peleón, desesperado y pleno de facultades. No fue fácil. Rafa dominó la primera manga y ganó; sufrió en la segunda la avalancha de saques directos y voleas del suizo, y también salió airoso, perdió la tercera y la cuarta en una dura muerte súbita y ganó la quinta en una demostración de madurez y perseverancia sobre la hierba. Y así, como John McEnroe hiciera con Bjorn Borg en 1981 al romper su racha de cinco victorias en Wimbledon, venció, convenció y rompió el sueño del número uno de superar al sueco con seis Grandes británicos consecutivos. A lo campeón. 42 años después de que lo hiciera Manolo Santana.
Con el primer saque del partido, Federer avisó de lo que le venía encima al español, sin saber que la avalancha se cerniría sobre él mismo. El servicio del de Basilea, perfecto durante todo el partido, le concedió el juego inaugural con ace incluido, pero fue el único momento del parcial en el que tuvo el mando. Con la receta de la victoria aprendida, Rafa superó la adversidad y asumió el papel de líder. Mantuvo su saque, firmó el primer break al siguiente juego con un error inexplicable de Federer y le dejó a merced de su tenis.
Buscó su revés con el liftado, evitó su derecha y minimizó riesgos con un segundo servicio demasiado embarazoso para su rival. Como en Roland Garros, la derecha del balear volvió a ser la pesadilla del suizo, que sobrevivía en el marcador gracias a su saque. Hasta dos juegos en blanco se adjudicó en la primera manga. No se rendía el pentacampeón, aunque su rostro reflejaba desesperación a cada error no forzado. Algo fallaba.
Tan mal le sentó perder la primera manga que su enfado se tradujo en un 3-0 fulminante al comienzo del segundo set. Arrinconó a su oponente con el saque y le manejó a su antojo al fondo con la derecha y el revés. Sufrió Rafa, para disfrute de la grada, pero la presión no le hizo mella. La fuerza mental del manacorí en los momentos más duros volvió a beneficiarle. Ganó su servicio y se vio 4-1 abajo con el turno del helvético, pero no le importó. Insistió sin cesar en el revés de Federer, le quebró el servicio, solventó el suyo y el empate llegó solo, entre aplausos y gritos exasperados del suizo.
Volvía a retomar el mando Rafa sobre la pista central del All England Tennis Club con Federer al servicio, pero el número uno no superó el golpe de verse empatado. Nadal, en cambio, siguió con una sola idea, la de machacar el revés del suizo. Tan buen resultado le dio al manacorí que Federer terminó cayendo en su trampa. Perdió su servicio por segunda vez y dejó el set a un paso para el español, que tuvo que luchar contra el viento y los cañonazos del suizo. Al final, un error en el resto dejó en bandeja la segunda manga, y esta vez no la desaprovechó Rafa.
Caída, lluvia y remontada
Consciente de su inferioridad, Federer apretó los dientes, y el partido se hizo interminable, cada uno ganando su servicio sin ceder. El tercer set comenzó de igual forma que el segundo: Federer dominando ante un Nadal sumiso, paciente, que cumplía ganando su servicio y dejando toda la presión al otro lado de la hierba. Sufrieron ambos. El suizo, por la presión de jugar contra Rafa y contra sí mismo; el español, por la caída al contrapié, dejando el temor en la grada por una posible lesión que no llegó, y el temor de ceder un break que dilapidara la manga. Ante la fatalidad renació el suizo, que se colocó con 5-4 a su favor. La victoria de Nadal pendía de un hilo, pero la lluvia reapareció y aplazó el partido media hora. Al regreso, la misma tónica. Federer y Nadal conservaron su servicio y el set se decidió en la muerte súbita a favor del que mejor servicio posee.
Federer acortaba distancias, pero enfrente Nadal se mantenía fuerte física y mentalmente. El suizo encontró su sitio y dominó más que el español, sacándole partido a su saque y su derecha. Nadal dejó de insistir a su revés, no encontraba el lugar, pero mantuvo cierta seguridad en el marcador dominando en su servicio, esperando un break que le diera la victoria. No llegó hasta la muerte súbita, en la que volvió a caer, pese a llevar la ventaja y tener dos puntos de partido. Nadal se confundió y Federer no perdonó.
Otra final a cinco sets
El empate dio alas a Federer, que comenzó a jugar incluso mejor que al principio. Mantuvo una calma aparente y amplió su repertorio, aprovechando que Rafa se olvidaba de asfixiarle al revés, pero el partido discurrió con la misma escasa velocidad. Y con el empate a dos volvió la lluvia. De nuevo al vestuario.
El descanso devolvió a la hierba de la Centre Court el mejor tenis de los dos mejores tenistas del mundo, que siguieron sin ceder un juego para no condenar el partido apoyados ambos en sus dos golpes talismanes, la derecha y el saque. Federer seguía sumando saques directos (terminó con 25). No hubo quiebros, y la agonía física aumentó a medida que se acercaba el final.
Tuvo la oportunidad Nadal en el undécimo juego, con un 15-40 con cinco a cinco en el marcador que Federer salvó con un ace y un obús; en el decimotercero volvió a intentarlo, pero erró el balear ante un Federer renacido de la adversidad. Fue a la tercera, en el decimoquinto juego y casi sin luz, cuando Nadal rompió por fin el muro. No podía fallar en su turno, y no falló. 9-7. Cuatro horas y 49 minutos después, Nadal se coronó en Londres. Hubo un merecido vencedor, pero el trofeo Wimbledon tendría que haber sido para los dos ganadores. Uno de ellos sigue siendo el dueño del ranking, el otro es, a partir de hoy, el rey en la hierba.

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